domingo, 12 de julio de 2015

Un análisis sobre la mente de estos criminales, luego de la condena a reclusión perpetua del mecánico Rubén Recalde, que mató al menos a Sandra Colo y Paola Tomé.




Una vez que el sujeto se hace adicto a la adrenalina de matar no puede parar. Necesita ver sangre ajena para seguir vivo y hasta sería capaz de suicidarse si no satisface su ansiedad homicida.
Queda exhausto luego de cometer su peor deseo y su mente se nubla como en un viaje de pesadillas. Su mundo es semejante a una extensa planicie roja donde él acampa, esperado a su presa. Puede ser un criminal organizado o desorganizado, un perverso planificador con un coeficiente intelectual elevado y todas las características de un psicópata; o un merodeador a la vera de las vías del tren, improvisado e impulsivo.
Su pulsión se centra en la primera infancia o fue resultado de una patología neuronal. Los asesinos en serie (como los catalogó el ex agente especial del FBI, Robert Ressler) tienen distintas categorías y móviles, pero un solo objetivo común: la muerte.
Para lograr ese mandato son capaces de cumplir con rituales macabros: trozar a sus víctimas como un cordero y cocinar sus partes para comerlas como caníbales. Conservan piernas y brazos en heladeras acondicionadas e incluso las cabezas como trofeos. Sienten una extraña satisfacción al ver los ojos muertos y eso los remite al instante mismo en que cometieron los crímenes. Lo que se juega en todos estos casos es el control y el poder del otro. La persona no es considerada un semejante, sino un objeto, que existe sólo para cumplir con su deseo sangriento.
La historia criminal está plagada de seres presuntamente normales, que en algún momento pasaron de la elucubración a los hechos. Lo que los expertos llaman “punto gatillo” de su ideación delictiva. ¿Cuál es el momento límite en que el buen vecino se convierte en enemigo de la humanidad?
En el caso del asesino de Junín, el afable mecánico Rubén Racalde, condenado el viernes a reclusión perpetua por dos homicidios de mujeres, quizás la respuesta esté en sus primeros años de vida. Por algún motivo elegía los jueves para matar. Y sus víctimas, Sandra Colo y Paola Tomé, trabajaban en locales que tenían una directa relación con los niños. Un salón de fiestas y un comercio de ropa, respectivamente. Hubo dos años de diferencia entre un asesinato y otro. El primero fue en 2012 y el segundo en 2014. Es evidente que a Recalde lo motivó el placer por ver sufrir a sus víctimas y un odio sin dilucidar que está vinculado a esas mujeres. La justicia sospecha que también mató a María Fernanda Repetto en 1999, pero esa causa prescribió.
La fiscal del caso, Vanina Lisazo, lo definió como un asesino serial y lo comparó con otros homicidas múltiples de la historia argentina. Dijo que era el tercero en la escala detrás de Carlos Eduardo Robledo Puch y Cayetano Santos Godino, alias "El Petiso Orejudo". Robledo asesinaba para apropiarse de dinero y por motivos sexuales. Ejecutó a once personas entre 1971 y 1972. Por su parte, El Petiso Orejudo se excitaba viendo morir a los niños que elegía como víctimas, siendo incluso, él mismo un infante a comienzos del siglo XX.
Godino fue procesado por tres homicidios (los de los niños Arturo Laurora, Reina Bonita Vainicoff y Jesualdo Giordano) y once agresiones.Se dijo que también mató a la niña María Rosa Face, de tres años. Él declaró que le gustaba ver morir a sus víctimas.
El morbo de este tipo de personajes no se puede analizar con los conceptos tradicionales del comportamiento. Jeffrey Dahmer, el caníbal estadounidense, practicaba la necrofilia, el descuartizamiento, y el canibalismo como motivaciones sexuales. Sedujo, retuvo y asesinó al menos a 17 hombres y niños entre 1978 y 1991. "No quise usar anteojos durante el juicio porque me sentía incómodo mirando a todos a la cara... básicamente no quise mirar a nadie, es esto lo que claramente me ayudó a disociarme de todo lo que estaba pasando", dijo Dahmmer, según la cita de la experta perfiladora criminal Laura Quiñoñes Urquiza en su reciente libro Rastros Criminales, anotomía del crimen violento.
"En un principio, descuartizaba a sus víctimas porque no sabía cómo deshacerse de sus restos. El despellejar al comienzo fue una curiosidad morbosa porque desde chico le había interesado la taxidermia pero con el tiempo desmembrar hombres lo terminan excitando sexualmente.
Entonces el homicidio se opaca, pasa a un segundo plano, se convierte en un medio y no en un fin en sí mismo. Su norte ahora es el fetichismo y la necrofilia", dice Quiñones Urquiza en su excelente trabajo de 233 páginas.
Cuando la policía lo detuvo encontró fotos de hombres descuartizados. Muchas de esas imágenes estaban pegadas a la puerta de la heladera. Un olor nauseabundo salía de allí donde el asesino guardaba ácido muriático para diluir los cuerpos, diez cabezas y un cráneo en el lavadero con todos los dientes. En un barril con ácido tenía dos torsos de hombres. Su par mexicano, José Luis Calva Zepeda, también se comía a sus víctimas. Zepeda era sadomasoquista y zoofílico
Al igual que Dahmer tenía hambre de matar.  

Hambre de matar: una radiografía de los asesinos seriales

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El hecho fue esta mañana y ayer reclaman en la carretera en el cruce con la 65



Un hombre y una mujer murieron hoy al impactar el vehículo en el viajaban contra un colectivo de larga distancia, en un choque frontal ocurrido en la ruta 7, a la altura de la localidad bonaerense de Villa Espil.
El accidente sucedió cerca de las 7:00 de este domingo a unos 700 metros del peaje de Villa Espil. El choque fue protagonizado por un Volkswagen Gol blanco y un colectivo de larga distancia de la empresa Cata, interno 220, procedente de Mendoza.
Las personas fallecidas, serían oriundas de San Andrés de Giles y tendrían alrededor de 30 años.
Ambos murieron en el acto como consecuencia de la violencia del impacto, mientras que el conductor del colectivo tuvo que ser trasladado al Hospital de San Andrés de Giles, pero sin lesiones de gravedad.
Bajo la consigna “Basta de muertes en la Ruta 7″, en la tarde de ayer sábado vecinos de Junín y la zona cortaron la intersección que une la R.N. Nº 7 y la Ruta Provincial Nº65 de ambos lados en reclamo de la urgente realización de la Autovía que une Junín con San Andrés de Giles. Pocas horas después,  la realidad de los hechos ponen al descubierto que el reclamo no es en vano.

(FUENTE CADENA NUEVE.COM)

Mientras en Junín protestan por los accidentes en Ruta 7 muere una pareja en San Andrés de Giles

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